La espinaca de Popeye

Que me perdone Boilet por inspirarme en el título de una de sus obras, que fue lo que me hizo reflexionar sobre un tema absolutamente tangencial. En realidad, cuando no toma sus espinacas, Popeye es un tipo normal y corriente (si es que eso existe, claro). Igual de guapo, igual de simpático (o de feo y antipático...), su habilidad como marino y sus destrezas sociales no dependen de su consumo. Puede conducir su barco, su vida, y conquistar cierto grado nada despreciable de felicidad sin necesidad de superpoderes. La principal razón que le induce a la ingesta de tan, afortunadamente, nutritivo y sabroso vegetal (no vamos a hablar de espinacas negras) suele ser la incapacidad de Olivia, elemento externo, para defenderse de los émbates de Brutus. Olivia necesita ser rescatada y Popeye se ve obligado a fortalecerse artificialmente, a “adulterarse” (¿dónde acaba Popeye y empiezan las espinacas en ese momento?, ¿quién conduce a quién?) para subsanar los síntomas, una y otra vez, pero sin atacar la raíz del problema, presente en su amada, y del cual es, al menos, parcialmente responsable. Ya saben, eso de “Dale un pez a un hombre y comerá un día; enséñale a pescar y comerá todos”. ¿No sería Olivia la que debiera tomar las espinacas, o al menos compartirlas?, ¿unas clases de defensa personal?, ¿tal vez musculación?, ¿dieta de engorde?, ¿es efectivo contra una enfermedad el tratamiento en otra persona?...

¿Quién es nuestro Popeye? ¿Es amigo o enenmigo? ¿Tenemos una Olivia, o unas espinacas?

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Muy lúcido. Totalmente de acuerdo.

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