Oreja, ¿belleza o pragmatismo?

Un conocido -para su descanso debo decir que sucedió durante su infancia- fue capaz de introducirse una mina de lápiz por un oído para ver si, tal y como decía su profesora, lo que le entraba por un oído, le salía por el otro. Así que me presuponía curado de espantos en cuanto a objetos introducidos por la cavidad auditiva. Además, justo cuando creía que ya lo tenía visto todo en Japón he podido comprobar hoy que andaba muy equivocado.

En la tradición de los mejores verduleros españoles, con su lapicero acomodado entre oreja y patilla, como si se trataese del mismísimo hombre del chiste del plátano, he compartido vagón con un abuelo que llevaba tres monedas de quinientos yenes ¡dentro de su oreja derecha!

Para que vean la nada desdeñable dificultad de la tarea, les dejo aquí una comparativa entre la susodicha moneda (anverso y reverso) y una púa de guitarra tamaño estándar.














Debemos, al menos, reconocer el pragmatismo de la idea. Sobre todo a unas edades en las que el oído empieza a fallar, reconsiderar el uso de un miembro corporal exige una inventiva poco usual.

Me ha dejado con la duda de si aceptaba donativos y, sobre todo, de saber qué llevaría en la cartera, pero todo el mundo sabe del mal genio que gasta la gente con oídos obstaculizados (Goya, Buñuel...), así que he preferido la incertidumbre a la sangre.

Si lo van a hacer en casa, recuerden que deben contar con la supervisión de un adulto. Visto que en el mundo existen diferentes tendencias: piercings, inserciones, deformaciones, bolsillo natural... se abre un interesantísimo tema de debate, la oreja, ¿debe ser natural, pragmática o decorada?

¿Ustedes qué piensan?

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