Bombón

Hoy vamos a hablar de gastronomía, pero de la que te revuelve el estómago. Ayer se desactivó en la ciudad de Nishitôkyô, muy cerca de aquí, la bomba más grande que quedaba sin explotar desde la Segunda Guerra Mundial, 60 cm de diámetro, 180 de largo y una tonelada de peso. 7000 personas fueron desplazadas durante el tiempo que duró la operación.

Tras sesenta años escondida en el campo de la familia Hôya (un lugar estratégico, sin duda, para liberar el mundo de la tiranía), las Fuerzas de Autodefensa de Japón (no se rían -o sí-, se llaman de este modo) procedieron a desactivarla. La familia tenía conocimiento de que tres bombas habían caído en su campo durante la guerra, y que sólo dos habían sido retiradas por el ejército americano tras el final de la contienda, ya que la tercera estaba demasiado escondida y, parece ser, que no merecía la pena esforzarse en recuperarla.

Kichi Hôya, de 84 años, no había cejado en su empeño de dar con ella durante todo este tiempo; quería, antes de morir, encontrarla, sentía que era su responsabilidad (fíjense) eliminar toda posibilidad de que explotara y contaminase el agua del pozo que usan para regar ella y sus vecinos. Ni corta, ni perezosa, pagó de su bolsillo (se ve que el presupuesto estadounidense no da para tanto) a una empresa para que descubriera dónde se escondía.

Para más inri (ya saben, "aquí yace el rey de los judíos"), hoy llega a Japón en visita oficial Condolezza Rice. Todo serán aplausos, sonrisas y le darán una fiesta. Y eso que, en Japón, de sobra saben cómo dominar el arroz con sólo dos palillos.

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