Al final del arcoiris

A principios de semana, un peatón anónimo vislumbró en la orilla de una acequia o canal lo que le pareció ser, y en efecto era, un fajo de billetes de banco. El incauto llamó a la policía para dar parte sin poner sus manos encima del preciado bien. Al final, la cuenta ascendió a 17 millones de yenes; y si el lugar no estaba marcado con el fin del arcoiris, este ya se manifestaría en la sonrisa del agente que fue a recogerlo, porque según la ley japonesa, el dinero encontrado es de quien lo recoje, en este caso, la policía, ya que el guardia estaba de servicio. Gracias a la (in)acción de tan cívico ciudadano, estaremos mejor protegidos. O el comisario cenará langosta varios días seguidos, todo puede ser.

Como era de esperar, acto seguido se llenó el lugar de curiosos y cazatesoros vocacionales. Un caballero afirmaba en televisión: "Por lo menos debe de haber dos millones más". Si los encontró, desde luego que no llamó a la policía.

Ahora estoy esperando la reacción de los enanos del bosque cuando se enteren de que alguien les ha robado su dinero.

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