La muerte de un juguete

Esta tarde he visitado con Shizuka un cementerio muy antiguo donde hay varias tumbas de personajes célebres en la historia y las artes de Japón. El camposanto estaba, digamos que en el medio de un bosque, con algunos árboles enormes, muy cerca de la naturaleza y muy lejos de los asépticos cementerios españoles llenos de cemento. Aquí, cada tumba tiene su lápida irguiéndose del suelo, aunque la costumbre es la incineración de los cadáveres.
Entre unos setos se vislumbraba una muéca de plástico, mediría una mano y media, tipo bebé (nada de Barbie), con la cabeza grande, nada de ropa y bastante porquería. Me ha llamado la atención que algo así estuviera en un cementerio antiguo (puede ser que se le hubiese caído a alguna niña que visitase la tumba de sus antepasados...). Shizuka me ha dicho: "No mires, vamos, vamos". Y malqueriendo, se me ha llevado de allí. Hombre, la imagen no era precisamente tranquilizadora, pero no sé si era para tanto.
Resulta que en Japón se considera que los muñecos tienen alma y la gente les tiene cierto respeto. Los muñecos no se tiran a la basura, sino que se llevan a un tempolo para que sean quemados allí. Así que piénsenselo bien, antes de tirar a la Nancy, o a los Madelman 2050.
Tal vez esa muñeca guiñándome el ojo no haya sido una ilusión óptica, después de todo...

Comentarios

Entradas populares de este blog

En el plató

Niebla espesa (más iconoclastia)

Restaurant Ito