Compre, compre, compre

Si algún día acuden a unos grandes almacenes japoneses a la hora de abrir, serán testigos de una experiencia inolvidable. Minutos antes de abrir las puertas al público, contemplé incrédulo como salían a la puerta -donde ya había varia gente esperando, no sé si para entrar o para ver el espectáculo- para explicar, entre reverencia y reverencia, las ofertas del día (reverencia) y cosas tan útiles y necesarias como (reverencia) dónde se encuentran los ascensores. Comprenderán mi sonora carcajada en cuanto les diga (reverencia) que los susodichos ascensores se encuentran a unos tres metros (reverencia) de la entrada, andando en línea recta, y sin ningún tipo de (reverencia) obstáculos que impidan su visión.
También hacen un repaso, diario, de qué tipo de productos se encuentran en cada planta. Y es que yo, sin eso, ya no sé vivir (reverencia). Socorro.

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